sábado, 24 de junio de 2017

La abuela

V
La abuela se operó del ojo, no quiere agachar la cabeza, ni mirar para abajo.
Camina despacio y dice la pucha que lo tiró, o la punta del muelle,
dice que vio:
árboles grandes, con muchas hojas
pájaros que pasaban
bichitos
cosas,
como una sombra.
Me cuenta que es la más grande que queda en el barrio, que una se murió, la otra está internada y no reconoce a nadie.
El hijo de la vecina de enfrente la saluda, hola Blanquita, me dice, ¿cómo anda? y yo le digo, hola, pero la madre, esa sí que es sinvergüenza.
La llevo de vuelta su casa, a Punta Alta, cuenta sobre los viajes a visitar a mi primo Sergio que vive hace 20 años afuera. El primo conoció Alemania, Inglaterra, Francia, Italia, México y España. Muchas veces viajó sola a encontrarse con él. Me dice la última vez le dije que no iba a poder seguir viniendo, que ya no me daba el físico; y él se puso a llorar.
Intento mantener la vista en la ruta, ensayo alguna respuesta medio estúpida, sobre haber tenido la posibilidad de conocer tantos lugares.
Además, no quiero que me vea así, no quiero causarle dolor, porque sé que al le hace mal verme así, cada vez peor.  Me dice entre sollozos.
Me cuesta tragar saliva. La veo, sus piernas flaquitas y blancas, las manos arrugadas, está cada vez más chiquita. 
Vuelvo a mirar adelante porque sé que le hace mal verme llorar.
Se pasa la mano por la cara y me dice, el sábado que viene hacemos una torta húngara.

VI
Una vez mi abuela me contó que soñó con mi abuelo después del accidente,
él le decía que estaba todo bien.
Creo que fue su forma de poder seguir adelante.
Tenía cincuenta y siete años, nunca más estuvo en pareja.
Después del accidente nos venía a cuidar a Bahía, tiene que haber sido antes de empezar el jardín.
Por orden del médico tenía que caminar me dijo.
La imagen, 
ella y yo caminando por la plaza enfrente de casa, con el triciclo de asiento rojo.
A veces se acuerda y me dice que yo la hacía salir
y después ella tenía que cargar el triciclo porque no lo usaba.
Esa es la imagen, 
ella y yo de una  mano, en la otra el triciclo de asiento rojo, de espaldas.
Caminamos para el lado del monumento del centro, dejando la casa atrás, por los caminos arenosos;
hay sol, pero pasamos por debajo de la sombra de un árbol que ya no está.












Diego Enrique
Nací en Bahía Blanca en 1985, soy bailarín y profesor de Danza Contemporánea. Me interesa la investigación en artes escénicas, y el cruce con otras disciplinas; la escritura, la tecnología, el cine y la fotografía. Participo en la gestión y producción en diferentes proyectos y como intérprete en diferentes obras. 

jueves, 15 de junio de 2017

Come to my window


Como cuando atar sola las zapatillas
de color rosa viejo
me anunciaba algo a los 6 años
que aún no puedo descifrar,
como cuando soy suave
para no romper las manos
que no se mueven
en la dirección que quiero.
Ayer me lastimé
una parte de la mano nadando,
decidí no darle ningún significado.
Igual creo, es importante que lo mencione
porque tampoco veo como reparar
la ventana que rompí de un golpe
y todas las plantas
que se mueren de a una en casa.
Escribo un punto en una frase
como quien tira los guantes en una pelea
y eso que no sé de boxeo
excepto lo que me explicaba mi papá
no entiendo muy bien para que.
Como ver una puerta abierta y no salir
you can run from it and if its real
it will find you anyway
and if its real
it will catch you by the heel.
Como cuando digo algo de verdad.
Como la escena de la película Marmaids,
Cher bailando con Winona y Christina Ricci
que aunque eran madre e hijas
siempre pensé que eran hermanas
no importa, lo que importa
es que todos conocemos una clase de amor
que no sabemos explicar.
Y mentiría si no te digo
que de las plantas que maté
salieron pequeños brotes,
creo de tanto hablarles
algunas se agarraron a la tierra
y están aprendiendo a buscar la luz. 




Mariana Mamaní

Soy Mariana Mamaní. Nací en Jujuy pero vivo en Córdoba hace algunos años con Lola mi chihuahua y las plantas que gustan de sobrevivir. A veces a veces salgo a buscar fotos y escribo como un acto, como una apuesta frente a la ausencia.

lunes, 12 de junio de 2017

Identidad

Lo que antes no estaba
un día apareció
para aferrarse como la hiedra
que abraza al muro.
¿Ese día de febrero
había sol, estaba nublado, llovía?
No me fijé el clima
en los diarios de esa época.
Los titulares no decían demasiado
alguna noticia de fútbol
la guerra de Malvinas.

¿Hubiésemos caminado
descalzos por el pasto?
¿Hubiésemos mirado el sol
hasta quedar encandilados?
​​
Como el pinchazo filoso de esa rosa
aparece en el momento justo
para que recuerde su presencia y luego
vuelve a pasar desapercibida
durante días meses años.

¿La ausencia
puede ocupar tanto
espacio?

¿Recordamos sonidos
desde el momento en que
nacemos?

¿Podemos vivir
dos veces
en el mismo tiempo?

Huelo ese lugar
que tenías para que me acurruque
en una noche de tormenta.
¿Cuántos éramos? ¿dos tres diez?
o hubiésemos sido.

¿Nos hubiésemos sentado a tomar mate
en alguna mañana fría de invierno?
¿Dulce, amargo o con hierbas?
¿o a compartir una cerveza
en una noche veraniega plagada de mosquitos
bañados por el humo de la espiral violeta
puesta debajo de la mesa de jardín?

Hubiésemos

Hubiésemos es pasado
Hubiésemos no existe.

¿Estarás viva hoy?
¿Estarán vivos hoy?
¿Me estarás mirando ahora?
¿Me estarás buscando ahora?

Contame
Contame si el sol quemaba como hoy.



Andrés Alvarez

Nací en el '82. Soy fotógrafo, parte del Colectivx Veinticuatro/Tres. Desde hace poco intento crear imagenes a través de la escritura. Siempre del conurbano sur y el 2002 también me quedó marcado. Paso del Chango Spasiuk a Los Ángeles Azules pero sin olvidarme que Ricky (Espinosa) no se murió. Hace poco más de 8 años que aprendo a ser padre de una hermosa niña.
"Para todxs luz, para todxs todo. Para nosotrxs la alegre rebeldía"

Este poema acompaña a la serie fotográfica homónima que por el momento se encuentra en proceso.