martes, 22 de agosto de 2017

Villa Hipódromo

Cardo ruso

En el camino de la merced vimos crecer
durante el verano todo tipo de yuyos sin nombre.
Los preferidos, en el otoño se volvieron rojos.
Después fueron naranjeando
y brillaban al atardecer.
Cuando cayeron las primeras heladas
se hicieron de plata las ramas.

¡Siempre el más llamativo,
yuyo que se volvió leñoso en el invierno!
Alumbrados por los faros del auto,
volviendo una noche a la casa,
descubrimos su forma redonda, ahuecada.


Los vientos
hicieron lo suyo
arrancando de la tierra
a las bolas de ramas secas
que rodaron por las curvas del olivar
esquivando autos, lechuzas, eucaliptos
y se prendieron al cerco del hipódromo.

Algunos levantaron un vuelo rasante
para llegar al alambrado
y quedar suspendidos,
otros se agruparon y ahora
forman nidos entre los punos.

Uno entero y redondo
hueco como cascabel
rodó hasta la puerta de casa,
llegó al buzón
para dejarnos un mensaje
hecho de ramas y polvillo:
soy un cardo ruso.


Indiada

Al costado de la ruta
corren dos perros
uno blanco y uno negro.

Más adelante
otro par idéntico
saltan y muestran los dientes al aire.

Me pregunto si
los segundos son un recuerdo
de los primeros
o si son una repetición caprichosa
un ostinato que acompaña al camino.

¿Cuántos pares más voy a contar?

Antes de llegar a la loma,
sobre la banquina derecha,
un perro negro muerto.

Su cabeza está apoyada en el pavimento
las patas desarticuladas
la mirada fija en las ruedas
de cada auto que pasa
la boca entreabierta
por donde ladró con vapor el último aullido.

Imagino
cargarlo en el baúl del auto,
los dos embarrados,
por la lluvia
que viene cayendo toda la mañana
y ahora no puede parar.

Quisiera llevarlo a algún lugar
para darle santa sepultura.




Leticia Aiello
Nací en Rosario en 1979, y vivo en Bahía Blanca desde el 2002. Recuerdo de la infancia las tardes lluviosas viendo diapositivas del viaje que hizo mi papá a Europa en los sesenta, también otras tardes con mi tía escuchando cassettes de música clásica, tiradas en la alfombra de su habitación. A los once decidí que quería estudiar música, hoy mi oficio es la orquesta sinfónica. Pasados los veinte, recuperé la cámara de mi papá y empecé a hacer fotos. 
Siempre me gustó escribir. estoy intentando darle espacio a la escritura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario