Mi gato se acomoda en la alfombrita
del baño mientras me ducho, y espera ahí hasta que termino. Se ha hecho más
paciente, al principio empezaba a maullar si tardaba mucho. Un día se cortó la
luz en el medio de mi ducha, entonces me apresuré y salí, sabía que estaba su
presencia segura allí. Cuando mis ojos se acostumbraron, ayudados por la luz
que entraba por la ventana chiquita, me senté a esperar. Y como solía hacer
antes, él se subió a mis piernas, y se acomodó. Se hizo un bollito ahí, y nos
quedamos sentados ambos esperando que volviera la luz. Él se lamió, como preparándose
para una siesta, y lamió mi brazo húmedo, no sé si como demostración de cariño,
o para secarme. Allí estábamos, sentados en el inodoro, yo cubierta con una
toalla, el acostado en mi regazo, húmedo por su baño y por el mío. La poca luz
que entra por la ventana me deja ver algunos cuadrados de los cerámicos. Espero.
No hay luz, ¿qué podemos hacer cuándo se corta la electricidad? Pienso en que
estamos tan acostumbrados, tan dependientes. ¿Qué harían en otra época? Prender
el fuego, alguna lámpara con combustible o velas, y hacer lo mínimo necesario.
Mi gatito me obliga a detenerme, con
luz o sin ella, él no conoce de obligaciones, sólo de deseos. Y si él quiere
acostarse sobre mí no le interesa si yo tengo cosas que hacer, o siento la
obligación de hacer cosas. Para los gatos es ahora. Entonces se sube arriba
mío, y me quiere decir, ahora, ahora quiero estar con vos, ahora quiero que me
mimes, y no importa otra cosa. O empuja mi celular, ey, mirame, necesito tus
dos ojos sobre mí, al igual que las dos manos. Necesito toda tu atención sobre
mí, yo soy más importante me dice, acá y ahora.
A oscuras y con mi gato, es el momento
del ahora, y sólo me quedo en la espera, siento sus cálidos ronroneos y miro el
rayo de luz que cruza el aire.
Ph: Stanley Bloom
Lilen Yema
Nací en Neuquén, me crié en ese semidesierto; después me mudé a La Plata, la ciudad de las diagonales y la humedad, para estudiar Biología. Ahora vivo en Buenos Aires, por elección propia.
Como bióloga se nace, no sólo se hace, siempre me gustó la naturaleza y entender como funcionan las cosas. Leo y escribo desde chica, pero este año decidí que era momento de hacerle un lugar, que no todo sea investigación y cianobacterias, y ahí encontré este maravilloso espacio que es el taller.
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