miércoles, 9 de mayo de 2018

Lo imaginé tan real como una foto

Me acuerdo de ese verano cuando me dijo
que la arena estaba hecha de piedras desintegradas de miles de años
Pienso en la transformación, en el movimiento del mar y en cómo cambia su forma sin aburrirse.
Yo también soy agua 
me modifico
me altero.
Pienso en esa tarde
y me puedo ver desde afuera
como desde otro plano
como en una película 
Me gusta ser materia 
para verme cambiando más rápido que las olas.
La hoja de mi cuaderno se llena de caracoles y arena
que crujen cuando se encuentran con el filo de la lapicera
Un hombre mira el agua y lo veo tan chiquito 
que siento que podría guardármelo en la mano
La espuma parece azúcar
se mezcla con un viento frío que me pega en la cara
Me pregunto cuándo
en qué momento 
no te vi más
cuándo
en qué momento
las personas se vuelven invisibles
como el otro lado del mar
donde mis ojos no pueden llegar. 
Donde no saben llegar. 
Me pregunto dónde están los que éramos 
Que estarán haciendo ahora. 
En qué piensan justo antes de irse a dormir. 


I.

 Como un vaso de agua fría cayéndose contra el piso
 los hielos desparramados
 La tostada que se resbaló de la mano
 y manchó con mermelada de frutilla
 la mesa de madera.
 Como el primer momento en el que te duchas con agua helada
 y se congelan las capas de la piel,
 de afuera hacia adentro,
 hacia el núcleo,
 la semilla.


II.
Que la puerta de entrada de a su cuarto
que su cama tenga esas sábanas
que las sábanas me conozcan.
La luz de la ventana justo en su pecho
su piel suave y llana
recorrer el camino iluminado,
que sus pestañas sean largas y le hagan sombra en la cara,
la boca como salida
el rojo de sus labios que combinaba 
con un reflejo anaranjado en el espejo,
que el espejo nos mire
que la gata entre al cuarto
que solo se le vean los ojos
que sean verdes como el pasto fresco
que se acaricie con mi mano,
el vidrio amarillo esmerilado
la luz,
las escaleras empinadas
subirlas con los pies torcidos para no caerme
 -si igual me iba a caer-
el árbol que creció y creció hasta tapar casi toda la terraza,
las estaciones
el frío
el calor
su campera de jean,
una de corderoy,
mi vestido
el que me sacó
el que me saqué.
La calle con sus autos
los edificios de al lado.
Que se le vea el corazón cuando late
que se acelere 
que se agite
que me de un beso
que esto me de ganas de llorar.
Bajar, ir a la cocina
agarrar un vaso de agua fría
que sonría para un costado
su belleza como un imán
como algo que se quiere quedar ahí.
Naufragar,
que esa palabra sea difícil de escribir
que sea difícil de decir
como meterse al mar con olas altas,
también la calma
la expectativa
que me deje entrar
que me quede algo de él
que se quede algo de mí.
Que sea la una de la mañana
levantarme en cinco horas
que solo me importe soltar esto
como un nene que deja ir su barrilete preferido,
como la sangre de cada menstruación,
que se vaya del cuerpo
de mi cuerpo,
que él también sea rojo,
que arda
que sea fuego
que me queme
que deje ampollas
que ahí crezcan flores
que den raíces.
Cuando me abrazó por varios minutos
sin hablar
en el funeral de nuestra relación,
mis lágrimas que le mojaron la mejilla,
lo salado
la ola alta que te revuelca
que te estampa contra la arena,
el beso
el vacío.
Como cuando algo no encaja
como intentar meter un cuadrado adentro de un círculo,
la presión con la que aprieto la lapicera escribiendo esto
la tinta que se impregna en el papel
mi mano, el dolor.
Que me hayas invitado ese día a tu casa
que siempre tuvimos el volumen al máximo
que no queríamos bajarlo
que no nos importó.
Que podría liberarme,
como cuando vomité en la bañadera después de la fiesta de mi cumpleaños
cuando vomitaste en el medio de la calle 
en el piso de mi baño.
Las veces que paseamos a Gaucho y compramos falafel
que esas cuadras sean tuyas
que te pertenezcan.
Cuando sentí que te quería.
Cuando vi la confusión, la vi,
que es como una espiral,
el caparazón de un caracol.
Cuando me quedé a dormir porque me lo pediste
porque sabía que era la última vez
porque quería que lo sea
porque no quería.
Dormir con vos
que me diera tanta paz,
como una casa cuando es invierno y hace frío,
el té caliente antes de ir a dormir,
abrir los ojos y que estés arriba mío
las dos transpiraciones mezcladas
la temperatura de abajo de las sábanas
la luz fría que entraba de la calle
el silencio de una noche de domingo,
que mi mano se mueva sola
que me haga temblar
que conozca mi cuerpo
conocer mi cuerpo,
el suyo,
el sol de la mañana que le pegaba de frente en la cara
la falta de tinta de esta lapicera
los ojos achinados por el sueño y el sol
su mano en mi cara
su beso.
Ya no me acuerdo que me dijo,
que palabras usó.
Que necesito una lapicera que escriba rápido como mis pensamientos
veloz
que me saque la angustia
que la ponga en un mejor lugar.
Conocer el límite
como cuando te quemas con el horno,
soportar la ausencia.
Que la puerta de su cuarto de a la calle
que se acueste en su cama
que ya sean las dos de la mañana,
que yo lo imagine tan real como una foto.



Nací un día de tormenta en marzo de 1993. Soy fotógrafa y estoy incursionando en este viaje de la escritura. Esta es mi visión del mundo. Es sentirme viva. Sentirme acá. Ahora. Entender lo finito. Es mi proceso actual e imperiosa necesidad de supervivencia. Esta es una búsqueda en todos los planos y se siente revelador. Tíene que serlo.

2 comentarios:

  1. Son muy hermosos tus poemas Mané , muy hermosas sus imágenes, sus sonidos. Los empezas a leer y no te sueltan hasta la última palabra.

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